el pelo y la lengua

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domingo, 17 de abril de 2011

UNA NUEVA VISIÓN


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No soy ninguna optimista radical ni vivo fuera del mundo. Sé que la vida no es un camino de rosas, que hay problemas que necesitan solución. Sé que tratar de ignorarlos no es el camino adecuado para superarlos, no creo que suponga siquiera un verdadero camino hacia una solución si no hay un cambio. Sé que hay mucho por lo que llorar, gritar, luchar, pero, ¿no hay, acaso, tantas o más cosas de disfrute que parecen haber quedado relegadas a un segundo plano?
El mundo de hoy en día parece estar sumido en un pozo de pesimismo, de preocupación extrema por cada pequeño detalle de cosas que apenas debieran acaparar alguna atención. No soy quien para clasificar lo que es importante y diferenciarlo de lo que no lo es, eso es una elección personal de cada uno, resultado de nuestras experiencias y opiniones, pero incluso la vida más desgraciada es capaz de aferrarse a algo que le haga seguir adelante, ya sea algo tan básico como el instinto o la esperanza.
Y es que la vida sin disfrute no es vida. No me refiero solo a los placeres carnales o a una satisfacción física cualquiera. Hablo de todo lo que nos hace ser humanos, de aquello que con tanto orgullo decimos que nos separa del resto del reino animal, de la razón, los sentimientos complejos, de todo. Y, ¡hay tantas cosas que nos pueden proporcionar alegría en nuestra vida!
Y aquí entra la constante competición que hace mucho comenzó, y aún perdura, entre lo que nos hace sentir bien y lo que nos hace sentir mal. ¿Por qué nos aferramos más a lo segundo? Tal vez porque es lo que de verdad nos hace aprender qué caminos no se deben tomar, o cómo ser más precavidos, no lo sé a ciencia cierta, pero, ¿es lo mejor que podemos hacer?
Definitivamente no. ¿No es estupendo despertarse una mañana sonriendo, descansado, con la sensación de tener un gran día por delante? Y, ¿no es triste despertarse pensando únicamente en aquello que pueda arruinar el día? Lo es, y mucho, y no solo lo es ese momento; ese momento contagia al resto del día, y pasas ese día arrastrándote por los pasillos del colegio, la universidad o el trabajo, pensando solo en volver a casa a dormir, a esperar a que pase otro día más, como si fueran un autómata.
¿Dónde quedan entonces todas las cosas bonitas de la vida? ¿Olvidadas? ¿Muertas en nuestro corazón y nuestra mente? Da igual dónde estén, hay que recuperarlas. No hay que obviar las cosas negativas, hay que aprender a tratarlas, pero mientras tanto, hay que deleitarse con lo que la vida nos ofrece porque, para empezar, nos otorga eso, vida.
Nos da la posibilidad de sonreír y de reírnos en voz alta con nuestros amigos. Nos brinda la oportunidad de escuchar música, y nos invita a acompañarla con movimientos de baile, o al menos permite a otros que lo interpreten para el disfrute de todos. Nos da papel y lápiz para dar rienda suelta a nuestra imaginación y nos permite contar tantas historias como ideas podamos tener en nuestras mentes. Nos regala modelos para la pintura en todas las esquinas de las ciudades, en el campo, en una noche estrellada, en cualquier sitio, porque todo tiene su encanto, lo único que hace falta es querer dar ese paso más allá del pesimismo en el que poco a poco nos hemos visto sumidos para ver de nuevo la vida con los ojos con los que la veíamos cuando éramos pequeños e inocentes y todo nos parecía nuevo, bonito, vistoso; cuando nos parecía que todo merecía la pena con tal de descubrir algo nuevo.
Lucía Rodríguez  2º Bachillerato. Colegio Internacional Altair  

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