el pelo y la lengua

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sábado, 2 de abril de 2011

FUKUSHIMA


Una lágrima de miedo e impotencia; una sola lágrima, podría lograr que quedase borroso el lienzo de la esperanza. Cuando todo se derrumba, es la voluntad la que cimenta un nuevo comienzo y nos permitirá salir adelante; y es la fortaleza la que evita que nos dejemos arrastrar por una ola de problemas que creemos sin solución. Será mejor tender tu mano al que agoniza que llorar su pérdida.
Debemos agradecer que, en las catástrofes, unos pocos se muestren firmes y vean más clara la acción y la resolución que el lamento. Ellos son héroes, los que aprendieron a nadar en un mar de complicaciones y cargan con la red que sacará a los demás del fondo. No defiendo con esto la insensibilidad sino lo brillante y necesario que resulta no asfixiarse con nuestros temores y saber salir a respirar.
Desde los operarios que se juegan la vida por devolver la estabilidad a los reactores en Fukushima hasta los primeros haitianos que con sus manos desnudas comenzaron a retirar escombros y cuerpos, hemos visto a la humanidad sumirse en el caos y a la valentía tirando del carro del mañana. Esa mano calida sobre tu hombro te dará la calma que no te regala una vida de llanto.
Aprendamos a seguir en pie hasta que amaine la tormenta, aquel que sea capaz de renacer de sus cenizas lo hará sólo tras haber ardido en el fuego de la esperanza. Adrian Biyang 2º Bachillerato Colegio Internacional Altair

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